Invité a participar al elenco una vez que estuvo la obra terminada, que a esta altura ha sufrido varias transformaciones. A lo largo del proceso, trabajé con verbos-acciones que pudieran llegar a modificar los estados, o al menos el decir. Los verbos que elegí fueron lisos y rizados, es decir, verbos que ordenan, clasifican, en marcan y verbos que producen pliegues. Por el tema de la obra y por estar comenzndo, los personajes que se iban creando eran demasiado freaks. Ahí nos dimos cuenta que no era la idea trabajar sobre la locura; estas mujeres no eran sus obsesiones o angustias, sino que convivían y luchaban con ellas. Trabajamos improvisaciones para ver los vínculos: situaciones cotidianas entre hermanas y entre madres e hijas. Ellos me decían: ¿y si presentamos esto como la obra? Ese era el desafío, poder trasladar esa cotidianeidad, a un texto que era mas bien poético, o mejor dicho, más sintético.
Dentro de las improvisaciones, surgieron entrevistas que se hacían entre ellos, y de ahí extraje algunos textos que incorporé a la obra: eran textos donde los personajes planteaban a través de su discurso, su manera de ver el mundo, sus seguridades, las reglas que se habían inventado para vivir.
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